Me volví esclava
la primera vez que vi su boca
que me paré a ver
el color de sus ojos
-marrones, como los de nadie,
como los suyos.-
Me volví esclava
después de la primera sonrisa,
cuando me di cuenta
que llorar sus verdades
dolía menos que
reír las mentiras que los demás
me habían regalado durante años.
Me volví esclava
porque detrás de su ropa
encontré el mayor poema,
la mejor canción,
el mejor postre.
Y sobre todo,
me volví esclava,
su esclava, la de su boca,
la de sus manos,
la de su interminable cintura
después de oír su voz,
de probar su hombro,
y de notar como sus te quiero
no tenían "peros", no tenían "aunques"
eran te quieros sin trasfondo, sinceros,
-como los de nadie,
como los suyos.-